Las estadísticas nos dicen que un 80 de la población española utiliza Redes Sociales. Son datos ofrecidos por Hootsuite y We Are Social. Ese porcentaje equivale a más de 35 millones usuarios en España. Es WhatsApp, Facebook, YouTube e Instagram las redes más usadas entre usuarios en general; y el Smartphone el dispositivo preferido para la consulta. Viendo estas cifras es incuestionable el enorme impacto de las redes sociales en nuestra sociedad desde su aparición, suponiendo un cambio considerable en el modo de comportarse, interactuar, y comunicarse y/o compartir información. Las redes sociales han modificado múltiples ámbitos culturales, sociales o políticos. Pero, ¿cómo ha influido en un área tan fundamental como la educación?
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Hay cierta corriente de rechazo hacía el uso de las redes sociales que hace la población de menor edad, pues su acceso a determinados contenidos entraña algunos riesgos que conviene no obviar. Actualmente, la media de edad en la que un niño recibe un Smartphone para uso propio está entre 10 y 12 años. Un dispositivo que le permite el acceso libre a cualquier contenido y red social de internet siempre que los padres o tutores no configuren ningún tipo de control parental o bloqueo de accesos en ese móvil.
En una edad de pleno crecimiento, desarrollo y formación no toda la información que se recibe de un Smartphone puede ser bien gestionada por parte de un niño o niña de apenas 10-12 años. La parte adictiva que el uso de un Smartphone implica, supone un problema añadido. Hay, pues, una gran vulnerabilidad en aquellos jóvenes que tienen acceso a un Smartphone sobre la que es importante actuar de manera preventiva o temprana. En ese sentido, es fundamental la participación de padres, tutores y docentes a la hora de exponer y explicar los peligros implícitos del uso del Smartphone y las redes sociales a aquellos niños que van a hacer uso de ellos.
Ni siquiera los adultos son totalmente conscientes de los riesgos que entraña compartir una determinada foto (muchas veces geolocalizada) o hacer pública una información de carácter más o menos personal (cuando se está de vacaciones, la dirección de su vivienda, etc.). La privacidad es un aspecto clave a comprender antes de empezar a utilizar un dispositivo móvil y sus redes sociales. Especialmente para aquellos adolescentes que comparten libremente fotos propias o ajenas sin conocer las posibles consecuencias que puede tener la difusión de una imagen en una red social. En ese mismo sentido, la identidad en internet es otro elemento a tener muy en cuenta. Bajo un seudónimo o una imagen falsa, cualquiera puede suplantar a otra persona y crear perfiles falsos. Es fundamental aprender a detectarlos a tiempo para evitar interactuar con ellos.
Sensación de frustración, impulsividad por compartir cualquier información, alteraciones del ánimo, problemas para conciliar el sueño o aislamiento son algunos de los problemas derivados de la adicción a una red social o al uso del Smartphone. El querer «no perderse nada» de lo que pasa en una red social como twitter o Instagram implica una autoexigencia por estar continuamente conectados que, especialmente en usuarios jóvenes o adolescentes, acarrea graves problemas.
Detrás del anonimato que permiten las redes sociales se esconde un serio problema de nuestro tiempo, el acoso por internet. El abuso y acoso escolar llevado al entorno virtual y cuyos comportamientos y conductas tóxicas y dañinas pueden tener consecuencias, en ocasiones, trágicas para quien lo sufre. En APPF contamos con un curso homologado en educación sobre las estrategias de prevención frente al ciberbullying o acoso escolar.
Redes como Instagram, YouTube o TikTok son sitios donde los adolescentes consumen contenido digital de creadores y/o influencers que pueden convertirse en modelos a imitar. Una falsa sensación de fama, diversión y dinero que está muy lejos de la verdadera realidad de los creadores de contenido. Por otro lado, no todos los creadores de contenidos digitales promueven mensajes positivos, y eso en adolescentes que aún están formando su pensamiento crítico y visión del mundo puede ser especialmente arriesgado.
Cuántas veces hemos mirado a nuestro alrededor y hemos visto como un alto porcentaje de las personas que nos rodean tiene la cabeza agachada mirando su dispositivo móvil. El uso excesivo de las redes sociales puede hacer que niños y adolescentes pierdan su capacidad de socializar, tendiendo a ser más retraídos, introvertidos y aislados. Y con ello, la pérdida de tiempo a dedicar a su familia, al estudio o a otras actividades saludables como hacer deporte o disfrutar del aire libre.
Insistimos en que los padres se impliquen en el uso que hacen sus hijos e hijas de las redes sociales, si es que estos han tenido acceso a un dispositivo para su libre acceso. Conocer las redes que usan, enseñarles a interactuar en ellas desde el sentido común, remarcar la importancia de la privacidad, prevenir sobre agregar a desconocidos, hacerles conscientes de los peligros de compartir fotos personales o íntimas. O en su caso, limitar el uso o instalar algún tipo de control parental. Todas ellas son actuaciones necesarias para una buena gestión de un arma poderosa para un adolescente como es un Smartphone y las redes sociales a las que se puede acceder desde él.
El docente también puede ser un agente fundamental en la gestión positiva del uso de las redes sociales. De ahí que su introducción como recurso educativo sea una decisión acertada para establecer una relación saludable entre niño/joven y redes sociales y un primer acceso inteligente y controlado a dispositivos digitales.
Conocidos los riesgos, es igualmente interesante poner en valor los beneficios que también tienen las redes sociales. Como entorno donde asisten a diario nativos digitales, la educación tiene la misión de prevenir al alumno en las líneas marcadas anteriormente pero también de integrar el uso de Smartphones, tablets, aplicaciones y redes sociales en el aula, no solo para desarrollar entre el alumnado competencias digitales y tecnológicas sino también para enseñar a familiarizarse con ellas de una manera sana y segura.
Introducir las redes sociales en el aula puede ser una buena manera de implicar y hacer participar a aquellos alumnos algo más «distraídos», pues podrán sentirse más cómodos si se usa internet para fines pedagógicos. De este modo, la búsqueda de información para un fin formativo es una excelente opción a la hora de enseñar a usar las redes sociales y transmitir su carácter didáctico como fuente de información.
El uso de redes dentro del aula fomenta el trabajo en equipo y valores como colaborar, dialogar y compartir. El docente puede divulgar conocimientos a través de estas herramientas o invitar a los alumnos a trabajar en ellas para compartir o encontrar contenidos. Crear comunidades digitales en redes como Facebook o perfiles compartidos en Twitter donde un grupo de alumnos puedan discutir, acordar y desarrollar una acción educativa de manera conjunta es un ejemplo de buen uso educativo de las redes sociales.
Relacionado con el punto anterior, las redes sociales son una de las mejores posibilidades que existen en la actualidad para crear nuevos contenidos. En formato escrito, audio o vídeo. Los alumnos pueden generar contenidos de su interés o relacionados con una materia educativa en las redes sociales. Así también fomentan su creatividad e imaginación, capacidad de comunicación verbal o escrita, el aprendizaje significativo y la motivación entre el alumnado.
Sobra decir que introducir las redes sociales para fines pedagógicos motiva la adquisición de competencias digitales y tecnológicas en los alumnos. Conviene no descuidar que, aun siendo nativos digitales, la capacidad de desarrollo en redes sociales de los jóvenes es muy amplia y con mucho margen de aprendizaje y mejora. Enseñar que lo digital puede tener una función formativa y profesional diferente a la del simple ocio y evasión, permitirá adquirir nuevas destrezas y conocimientos del uso de lo digital.
Además, los alumnos se familiarizarán con cada una de las redes existentes como Facebook. Ahí es donde crear grupos privados administrados y moderados por el docente, contenidos, debates o aportar información. También donde compartir trabajos y proyectos realizados en clase y donde definir diferentes roles que fomenten el respeto a otras opiniones y la empatía en el alumno.
YouTube, donde crear canales para desarrollar vídeos educativos de una materia en concreto, presentar trabajos de aula o visionar vídeos en otros idiomas, canciones, tutoriales, charlas, etc.
Twitter, como potente herramienta de búsqueda de información y para aprender y desarrollar el pensamiento crítico que permita distinguir noticias reales de las que no lo son.
Blogs, como fuente inagotable de conocimientos, o como lugar donde expresarse creativamente.
Instagram, donde poder subir imágenes del aula en un perfil creado expresamente para ello y dar a conocer el uso de hashtags, etiquetas, etc. Poder localizar imágenes y situar lugares en el mapa geográfico.
Pinterest, donde crear tableros donde colaborar subiendo fotos de una misma temática o materia que permitan un mayor conocimiento de la misma.
Linkedin, para aprender a crear un perfil profesional, a conocer el mercado laboral, los trabajos más demandados en cada sector, etc.
En resumen, las redes sociales han irrumpido en nuestra sociedad moderna para instalarse en ella. Para quedarse entre nosotros. Los docentes pueden aprovecharse de ellas para enseñar, convirtiéndolas en un recurso valioso y motivador para la formación curricular del alumno y, también, para mostrarles el camino adecuado para su uso y gestión a nivel personal.
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