Una de las patologías más frecuentemente diagnosticada por los profesionales de la dermatología es la denominada dermatitis atópica.
Una piel atópica se caracteriza por especial sequedad que conlleva irritaciones, rojeces, descamaciones o molestos picores, incluso la formación de ampollas.
Se trata de un trastorno muy común en edades infantiles que puede desaparecer o permanecer en la transición a la etapa adulta y que generalmente es provocada por patrones genéticos y agravada por otros hábitos o agentes externos. Una enfermedad que, aunque es benigna supone molestias y contrariedades en el día a día de la persona que lo sufre.
Conozcamos algo más sobre esta patología.
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Si sufres de dermatitis atópica es muy probable que sea debido a causas genéticas. Los expertos coinciden en apuntar hacía lo hereditario cuando se sufre este trastorno, que puede estar provocado por carencias de proteínas o de ácidos grasos en la piel.
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria que, aunque es benigna y no es contagiosa, está cada vez más instalada entre la población. Y es que existen otra serie de factores que han generado su multiplicación. Encontramos factores ambientales como la climatología, la contaminación o la presencia de alérgenos como los ácaros del polvo; de hábito, como el estrés, ansiedad o la falta de sueño; o incluso debido a condiciones alimentarias, de vestimenta o de higiene.
Esta patología se da con mayor frecuencia en bebés y niños, cuya piel es más sensible, y aunque la tendencia es a desaparecer en la edad adulta, esto no siempre ocurre.
Reconocer los síntomas de la dermatitis atópica es relativamente sencillo. Cuando aparecen marcas rojas en la piel, fuertes picores y piel reseca es muy probable que estemos ante un cuadro atópico. Si el paciente ha rascado la zona o zonas afectadas, pueden aparecer heridas o pequeñas infecciones.
En bebés y niños los brotes de dermatitis atópica suelen darse en zonas como el rostro, cuero cabelludo, piernas o glúteos; también en partes de flexión habitual como codos, rodillas o muñecas. En los adultos, la irritación se produce mayormente en cara, manos y brazos, espalda o piernas.
Desafortunadamente no existe una cura que permita la desaparición de la dermatitis atópica. Puede desaparecer espontáneamente, ser crónica o presentarse eventualmente, aunque sí existen modos de retrasar la aparición de brotes o aliviar molestias. Veamos algunos consejos para controlarla.
Si a pesar de poner en práctica estos consejos, los brotes de dermatitis atópica permanecen, es posible tratarlos dermatológicamente con el uso de corticoides locales o antihistamínicos orales.
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