Prestando atención a los datos aportados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 325 millones de personas padecen una infección crónica provocada por el virus de la hepatitis B (VHB) o de la hepatitis C (VHC).
El informe mundial de la OMS sobre la hepatitis detalla que esta enfermedad vírica fue la causante de 1,34 millones de muertes tan solo en el año 2015, una cifra similar a la causada por la tuberculosis o la infección por VIH. A diferencia de éstas, la hepatitis va en claro aumento entre la población mundial.
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La hepatitis es una inflamación del hígado que puede venir provocada por diferentes causas, la principal de ellas la originada por un virus, aunque también puede estar causada por el daño hepático de sustancias tóxicas como el alcohol o drogas, por cuestiones hereditarias o por enfermedades autoinmunitarias.
El mal funcionamiento del hígado provocará una disminución de la producción de bilis, fundamental para una óptima absorción de las grasas en el intestino. También problemas en la producción de proteínas. Disminución del nivel de azúcar en sangre (hipoglucemia). O incluso, fallos en el sistema inmunológico.
La inflamación del hígado provocada por la hepatitis puede ser de carácter agudo y desaparecer al cabo de semanas o meses, o bien, puede ser crónica, permaneciendo durante varios años. En muchos de los casos es capaz de derivar en daños hepáticos o, incluso, cáncer de hígado.
Entre los síntomas comunes a la hepatitis, cualquiera que sea su tipo y origen, se encuentran:
Estos síntomas pueden variar según la persona, incluso pueden no manifestarse, como en los casos de hepatitis crónica.
Es posible clasificar cinco tipos de hepatitis víricas. Nominalmente se les ha asociado una letra A, B, C, D y E para diferenciarlas entre sí.
Es un tipo de hepatitis altamente contagioso que se propaga a través del agua y comida que contienen materias fecales contaminados por este virus, unidos a una falta de salubridad e higiene. Sus síntomas se asemejan a la de una gripe común.
La hepatitis A es un tipo de hepatitis de carácter leve, que puede ser aguda pero no se transforma en crónica ni daña al hígado de manera permanente. Generalmente desaparece antes de los 6 meses desde el momento de su contagio y la persona infectada adquirirá inmunidad contra infecciones futuras por este virus. Contra la hepatitis A no existe ningún tratamiento específico, tan solo el descanso, una buena alimentación y rehidratación continua.
También llamada hepatitis sérica, este virus se transmite a través de los fluidos corporales de una persona infectada como sangre, semen, etc. Es posible que también se transmita desde una madre infectada hacía su bebé durante el parto o la lactancia, o por transfusiones de sangre o inyecciones con instrumental contaminado.
La hepatitis B puede volverse crónica (se estima que en un 70% de los casos), aunque también puede curarse por completo en un periodo inferior a 6 meses, inmunizando a la persona que haya sufrido la enfermedad. Los recién nacidos y bebés son los más vulnerables a ella, al ser más propensos a desarrollar la hepatitis de forma crónica. La vacunación infantil ha supuesto un importante descenso de los bebés infectados por el virus VHB.
Este virus de la hepatitis C se contagia a través de la exposición a sangre contaminada; bien por el uso compartido de jeringuillas o agujas en el consumo de drogas, a la hora de realizar tatuajes o piercings, por mantener relaciones sexuales donde existen desgarros o incluso, por la transmisión de madre a hijo durante el parto
No existe una vacuna para combatir este virus, el cual es el que mayor porcentaje de hepatitis crónica causa (se estima en un 85%), por delante de la hepatitis del tipo B. Su evolución en el paciente es asintomática. Prolongadamente puede derivar en cirrosis o cáncer hepático.
Ambos virus son poco frecuentes. La hepatitis D solo se da en aquellas personas que han sufrido de hepatitis B. Su contagio viene dado por la la exposición a sangre o a agujas infectadas. Ambas pueden provocar afecciones de mayor gravedad.
En cuanto a la hepatitis del tipo E, al igual que la del tipo A viene causada por el consumo de agua o alimentos que están contaminados. No existe un tratamiento específico para ella.
Actualmente, en España se suministran vacunas infantiles contra la hepatitis A y hepatitis B (que también previene contra la hepatitis D) que han permitido la reducción de nuevas infecciones por esta enfermedad.
En cualquier caso, la mejor prevención es mantener siempre una higiene adecuada, una alimentación sana, relaciones sexuales seguras y no compartir objetos de uso diario como cepillos de dientes, cuchillas de afeitar, etc.
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