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Existe un proverbio egipcio que dice: «Oír es precioso para el que escucha». La realidad es que el ser humano nace con la capacidad de oír pero no desarrolla de igual manera la capacidad de escuchar. Es decir, somos iguales a la hora recibir la información pero diferentes a la hora de interpretarla.
Saber prestar atención al mensaje y la persona que ejerce de interlocutor, y poder ofrecer una respuesta en consonancia, es una habilidad comunicativa que puede y debe trabajarse desde la infancia. No solo para ayudar a los más pequeños a convertirse en adultos respetuosos, sociables y empáticos sino también para favorecer la asimilación de información y un mejor desarrollo del proceso de aprendizaje.
En ese aspecto, el profesorado juega un papel muy importante a la hora de aplicar la denominada técnica comunicativa de la escucha activa dentro del aula, por la que los alumnos aprenderán a atender, entender, no interrumpir y responder al emisor del mensaje, generando así seguridad en quien escucha, importancia hacía la persona que está hablando, trabajando las relaciones positivas y evitando posibles conflictos.
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La escucha activa es una estrategia de comunicación humana esencial, donde el receptor desarrolla la habilidad de escuchar atentamente y con más interés en aquella información que está comunicando el emisor. Esta capacidad de concentración en la escucha permite demostrar a quien habla que el oyente le ha prestado atención consciente y a su vez, proporcionarle un feedback en forma de respuestas coherentes con el mensaje. También es, una manera de empatizar con el otro, al permitir comprender no solo lo expresado sino también los sentimientos o pensamientos de quien habla. Es por eso que la escucha activa supone un importante ejercicio de esfuerzo de las capacidades cognitivas y empáticas del ser humano, promoviendo una comunicación efectiva y afectiva.
En el ámbito de la enseñanza, la escucha activa cobra especial relevancia. En un contexto educativo y comunicativo, es fundamental que quien recibe la información sea capaz de escucharla con atención y comprenderla correctamente. Una práctica de escucha activa dentro de cualquier aula escolar, favorece un entendimiento mutuo entre estudiantes y profesores, además de facilitar la asimilación de contenidos y enriquecer el proceso de aprendizaje. En el momento en el que un estudiante comienza a practicar la escucha activa, mejora su capacidad para retener información y desarrolla habilidades críticas para su propio desarrollo académico y personal, como la empatía, la paciencia y la capacidad de análisis.
Por otro lado, la escucha activa en el entorno educativo favorece a crear un ambiente colaborativo y respetuoso. Los estudiantes se sienten valorados y comprendidos por sus docentes y otros compañeros de aula si perciben que están siendo escuchados de forma genuina sus opiniones y preocupaciones, aceptando sus palabras con respeto y empatía. Esto, a su vez, fortalece las relaciones con los compañeros de aula, dando lugar a un clima de confianza y compañerismo. Los profesores, cuando practican la escucha activa, pueden adaptar mejor sus métodos de enseñanza a las necesidades y los ritmos de aprendizaje de sus alumnos, dando lugar a una formación inclusiva y efectiva.
A todos nos ha pasado que en un momento dado de una conversación con otra persona, reparamos en que nos hemos distraído y no estamos prestando atención a su discurso, siendo, por tanto, incapaces de responder adecuadamente cuando la situación lo demanda. Esta distracción puede ser causada por varias razones, como preocupaciones personales, la falta de interés en el tema que se está tratando, pasando por estímulos externos de nuestra vida cotidiana. Una sobrecarga de información y un ritmo acelerado en nuestro día a día, contribuyen a que nuestra capacidad de escuchar activamente se vea mermada, dando lugar a que nuestra mente comience a divagar, incluyendo en momentos de gran importancia.
El campo de la psicología ha intentado comprender, desde que el psicólogo y humanista Carl Rogers hablase por primera vez de esta técnica, los diferentes comportamientos del ser humano en su manera de escuchar, demostrando que la escucha activa es una habilidad a trabajar. Rogers, junto con otros investigadores, han destacado lo importante que es desarrollar esta estrategia a lo largo de nuestra vida, desde que somos muy pequeños, mediante la práctica y la toma de conciencia en nuestros propios hábitos. Por ejemplo, muchas personas se acostumbran a interrumpir a la persona que está hablando, queriendo imponer su propia opinión y hablando más que quien lo está haciendo. Esto, es producto de querer demostrar su atención hacia la otra persona, precipitándose y tomando parte en mitad de un mensaje, o contando su propia experiencia, en lugar escuchar la historia ajena. En muchas ocasiones, incluso fingimos que estamos escuchando a la otra persona mientras hacemos otras tareas o nuestra mente está pensando en otras cosas. Todas estas acciones incomodan a la persona que está hablando y deterioran la calidad de la comunicación y, por ende, de la relación social.
Las razones de estos obstáculos en la escucha activa, pueden estar en la incapacidad de manejar nuestras propias emociones al escuchar a otra persona, en el placer que para nuestro cerebro produce el oírnos a nosotros mismos, en prejuzgar o en preocuparse más en pensar nuestra respuesta que en escuchar al interlocutor. Estos obstáculos son el claro ejemplo de por qué es fundamental trabajar la escucha activa desde la infancia, fomentando y ayudando a desarrollar una mayor empatía y unas habilidades sociales más solidas en el futuro.
Además, es crucial saber que la escucha activa no es una tarea pasiva, sino un proceso activo que requiere esfuerzo y dedicación. La escucha activa implica la disposición de poner a un lado nuestras propias necesidades y pensamientos momentáneos para enfocarnos en la otra persona por completo.
Como decíamos, la introducción y fomento de la escucha activa dentro del aula promueve la comunicación positiva y por tanto, hace posible una mejor interacción entre profesor y alumno dentro del marco escolar, facilitando el aprendizaje. El docente debe ser consciente del valor de la escucha activa como destreza que puede aprenderse y perfeccionarse y ser de gran utilidad en el entorno educativo y también fuera de él. Para ello, debe ser un modelo ejemplificante de «oyente» así como puede llevar a cabo una serie de prácticas que posibiliten su desarrollo. Por ejemplo:
El trabajo cooperativo o los juegos dentro del aula, donde tanto profesor como alumnos puedan ser emisores y receptores, contribuye al desarrollo de la técnica de la escucha activa, fomentando la participación y trabajando el proceso de atención sin distracciones ni interrupciones.
Trabajar la escucha activa dentro del aula crea un clima positivo para la comunicación dentro de la misma, aportando enormes beneficios tanto para el docente como para el alumno y, por supuesto, para el proceso de aprendizaje en sí. Esta práctica transforma el entorno de aprendizaje en un espacio que, además de ser educativo, también es un espacio de interacción constructiva, donde cada persona participante se va a sentir respetado y comprendido por los demás, fortaleciendo los vínculos no solo en el aula, sino en los demás aspectos de su vida.
Gracias a esta técnica, el educador encontrará más facilidades a la hora de comprender la mente y el pensamiento del niño, pudiendo establecer mejores y más personalizadas metodologías. Se establecerá una relación de confianza y seguridad entre docente y alumno, y se transmitirán valores como el respeto, el afecto, la paciencia, la empatía, la socialización, siendo esta la verdadera riqueza en la educación y en el futuro de cada estudiante.
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