En nuestro país, según datos de la AECC (Asociación Española contra el cáncer), cada año se dan cerca de 27.000 casos de cáncer de mama, siendo el tumor más frecuente entre las mujeres. Sin embargo, gracias a los nuevos tratamientos, cada vez más individualizados, un 85% de ellos se solucionan favorablemente.
El diagnóstico temprano del cáncer de mamá es una cuestión fundamental para poder establecer un tratamiento que logre superar la enfermedad. Tres de cada diez casos de cáncer de pecho se detectan en estados iniciales, de modo que pueden tratarse de un modo más amplio y por tanto lograr resultados beneficiosos.
Para ello, los profesionales recomiendan a las mujeres que, pasada la edad de 35-40 años, realicen revisiones periódicas de mama, siendo la prevención una actuación indispensable en el porcentaje de éxito a la hora de superar este tipo de cáncer.
Las dos técnicas de diagnóstico más frecuentes son las mamografías y las ecografías de mamas. Veamos en qué consisten cada una de ellas, y cuáles son sus diferencias entre sí.
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¿En qué consiste una mamografía?
La mamografía es la técnica más usada para la detección precoz del cáncer de mama. Se trata de un examen médico no invasivo mediante el cual se emplean rayos X en bajas dosis para visualizar el interior de las mamas. La toma de imágenes o mamograma resultante es capaz de ayudar en la detección temprana y el diagnóstico de las enfermedades mamarias en las mujeres.
Esta técnica es recomendable para aquellas mujeres que presentan bultos, ya que con ella podrán verse posibles calcificaciones o nódulos, pero también para aquellas que no muestren ningún tipo de síntoma aparente, puesto que podrá revelar posibles problemas no visibles para la propia paciente o su médico. Por eso, la recomendación de la sanidad pública es la de realizar mamografías a partir de una determinada edad, especialmente si existen antecedentes familiares de cáncer de mama u ovarios.
Una mamografía es una técnica de gran fiabilidad, sin embargo, en ocasiones puede no manifestar al 100% la enfermedad, bien por arrojar un falso negativo, ocultando la dolencia, o incluso ofrecer una anomalía que suponga un falso positivo. De ahí que sean necesarias pruebas complementarias, como pudiera ser la ecografía mamaria.
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Y, ¿qué es una ecografía mamaria?
La ecografía de mama consiste en la toma de imágenes mediante ondas sonoras o ultrasonidos. Es un método no invasivo alternativo y complementario a otras pruebas como la citada mamografía, bien cuando los resultados de esta no son evidentes o cuando se necesita información adicional sobre el tumor encontrado en pruebas anteriores.
Es una prueba indolora, en la que simplemente se aplicará un gel y el profesional especialista encargado de realizarla se encargará de explorar, examinar y visualizar la densidad y la estructura de los tejidos de la zona. Gracias a las ecografías mamarias es posible establecer una diferencia entre protuberancias solidas o quistes. O encontrar tumores no extendidos hacía los ganglios linfáticos.
Tanto la mamografía como la ecografía mamaria son especialmente aconsejables cuando las mamas de la mujer son densas, dada su acumulación de grasa. También se recomienda en mayor medida en estos casos, la autoexploración con frecuencia mensual del pecho.
La gran diferencia entre estas dos pruebas de diagnóstico es que a través de la ecografía mamaria es complicado detectar las microcalcificaciones, que son uno de los signos más tempranos de cáncer de mama. En cambio, la mamografía si es capaz de detectarlos.
La autoexploración y su relevancia a la hora de la detección precoz del cáncer de mama
Si bien la mamografía y la ecografía mamaria son dos pruebas de gran fiabilidad aconsejables a partir de cumplir los 40 años, es muy importante que cada mujer sepa realizar una autoexploración de sus senos. Tanto de manera visual como al tacto. Comprobar el cambio de tamaño, forma o color de ellas o encontrar alguna elevación sobre ellas palpando el área permaneciendo en primer lugar en situación horizontal y posteriormente en vertical puede ser el primer paso hacia la detección de enfermedades. Y, sobre todo, el primer paso hacía su curación.