El doctor en Psicología y Pedagogía, Valentín Martínez-Otero, utiliza una cita popular del padre de la Pedagogía, Comenius, para hablar del estrés y la ansiedad en los docentes en uno de sus muchos artículos sobre teoría de la educación:
«Actúa como un necio aquel que se agota queriendo enseñar a sus alumnos no todo lo que ellos puedan saber, sino todo lo que él desea que sepan».
Martínez-Otero habla del cada vez mayor protagonismo del docente en los medios, por noticias relacionadas con sucesos acontecidos en su entorno de trabajo que afectan a su salud personal, y lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, los casos de depresión y bajas laborales en ámbitos educativos han experimentado un crecimiento que está directamente relacionado con los cambios de valores de la sociedad, los continuos recortes educativos y la pérdida de autoridad con respecto a alumnos y familiares, que chocan continuamente con las intenciones pedagógicas del profesorado, impidiendo su labor normal.
Estos son solo algunos de los diferentes factores en la rutina diaria de un docente que pueden ejercer de desencadenantes de situaciones de estrés. Pero existen más estresores dentro del marco educativo que enumeraremos a continuación, tratando de aportar una visión general de la situación actual del estrés docente y de facilitar una serie de recomendaciones para afrontarla.
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¿Qué es exactamente el estrés docente?
Existen numerosas definiciones que tratan de explicar este concepto. Nos quedaremos con algunas de ellas:
Es posible escuchar hablar del estrés docente bajo el nombre de «burnout». Un síndrome asociado con profesionales cuyo objeto de trabajo son personas y que sufren agotamiento emocional, despersonalización y bajo logro o realización personal o profesional. Un término acuñado por el psiquiatra Freudenberger en 1974, tras un estudio que analizó y determinó la pérdida de motivación e interés en un grupo de voluntarios de un centro médico de Nueva York.
Kyriacou y Sutcliffe definieron en 1978 el estrés docente como «aquella experiencia de emociones negativas y desagradables, tales como enfado, frustración, ansiedad, depresión y nerviosismo, que resultan de algún aspecto de su trabajo».
O Dunham y Varma señalaron en el año 1998 que el estrés docente era aquel que resultaba de seis desencadenantes: conducta inadecuada de los alumnos, presión de tiempo y sobrecarga laboral, pobre cultura escolar, malas relaciones con compañeros o directores, pobres condiciones de trabajo, falta de expectativas de futuro y los continuos cambios en el sistema educativo.
¿Por qué es frecuente el estrés entre los docentes?
La enseñanza está considerada como una profesión altamente estresante en su día a día debido a una serie de características particulares que no existen en otros trabajos. Por ejemplo, es habitual que un profesor o profesora pueda verse en la situación de enfrentarse a la indisciplina de alumnos conflictivos, sufriendo, en ocasiones, de faltas de respeto, amenazas o agresiones. También, de padres y familiares del alumno. Del mismo modo, problemas con los recursos disponibles en los centros, la sobrecarga de trabajo no reconocida, la adquisición de responsabilidades que no le corresponde por falta de personal especializado o la cada vez más débil valoración o reconocimiento social del profesorado son otros estresores que pueden originar la aparición de la ansiedad en el docente.Igualmente, las condiciones de precariedad laboral de un sistema educativo donde priman las sustituciones temporales, los desplazamientos, diferentes problemas con la Administración educativa o la escasez de formación conforme a nuevos horizontes educativos relacionados con la multiculturalidad o la presencia de las TIC, acaban por afectar a la salud emocional del docente.
Todos estos condicionantes impiden el proceso correcto de aprendizaje del alumnado, puesto que el docente está sometido a diversas preocupaciones que imposibilitan su trabajo natural en el aula.
Soluciones que pueden aportarse para disminuir el índice de estrés docente
En primer lugar, citaremos quiénes son los agentes que pueden trabajar para reducir los altos índices de depresiones docentes; por supuesto, las Administraciones Educativas valorando adecuadamente la labor docente como clave en la educación de futuro de una sociedad, pero también las familias del alumnado por medio de una mayor aceptación del colectivo educativo que permita al docente recuperar su autoridad y crédito; los propios centros educativos, procurando una mejor convivencia; y también los propios alumnos por medio de la mejora de su disciplina.
Entre las soluciones posibles para combatir la pérdida de autoestima y el bienestar psíquico del docente, podemos citar: reducir el número de alumnos por aula, apoyo y formación psicológica al profesorado que permitan trabajar su frustración por no poder lograr resultados positivos en el alumnado, respeto mutuo entre los profesionales docentes de un mismo centro en pro de un trabajo y una metodología en un mismo sentido, la creación de una escuela de padres en la que se transmitan valores que reconozcan la tarea del docente o una mejor actitud por parte del alumno. Así mismo, las asociaciones, sindicatos, organizaciones públicas y privadas podrán trabajar por difundir entre la sociedad la enorme importancia de la labor educativa del docente.
¿Qué pueden hacer los propios docentes para reducir su estrés?
El propio docente que reconozca en sí mismo la falta de motivación, pérdida de interés por su trabajo, presión o nervios acumulados, también puede llevar a cabo una serie de estrategias individuales que ayuden a recuperar su bienestar emocional y laboral; por ejemplo: realizar ejercicio físico al finalizar la jornada de trabajo, aprender técnicas de resolución de conflictos, desarrollar habilidades sociales, motivacionales y de comunicación, trabajar dinámicas de grupo, actividades al aire libre o, también, conocer técnicas de autocontrol que le permitan mantener la calma ante las diferentes situaciones estresoras a las que se enfrenta en el día a día en el aula.
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